viernes, 14 de noviembre de 2008

Lo más simple puede ser lo más complejo

Esta entrada es una respuesta directa a la última entrada del blog Actual Play, de Guido: Lo simple es aburrido. Se recomienda mucho leer la entrada antes de terminar de leer ésta.

Cabe hacer notar que esta no es una respuesta confrontacional. No es que esté en contra de lo que escribe. Más bien es mi opinión y una extensión de sus ideas, de acuerdo a mi propia experiencia y conocimientos del tema. (De hecho originalmente iba a ser un comentario a su entrada que se extendió demasiado.)

Básicamente, estoy de acuerdo con la idea. Con la frase... no tanto. Si, en ocasiones lo simple es aburrido, pero no siempre. Precisamente depende mucho de la posibilidad de "interacción" con esa simpleza. Lo simple es aburrido, cuando no hay posibilidad de llegar más allá de lo que a primera vista se ve (esa profundidad de la que habla en el ensayo).

Si, de acuerdo. Mil palabras tendrían una capacidad de comunicación mucho mayor. Pero precisamente nos encontramos que al comunicar mucho más directamente la idea, se pierde esa capacidad de interpretación, que es lo que le da tanta riqueza a la imagen.

Acá es un poco lo mismo. La simpleza no es falta de complejidad. Es volcar esa complejidad y dársela como responsabilidad al receptor. Y curiosamente me recuerda la queja de aquellos que prefieren ver películas que leer un buen libro... ¿Prefieres la película, que te comunica más y te lo da todo predigerido? ¿O el libro, que implica trabajo, cansancio, esfuerzo e imaginación, pero que te permite interpretarlo a niveles mucho mayores, quizá más espectaculares y definitivamente más personales que lo que cualquier director podría jamás lograr?

Que no digo que alguno esté mal (simplemente son preferencias distintas). O que incluso al lector más empedernido pueda gustarle pasar un buen rato viendo una película divertida.

Además, en Diseño Gráfico hay un pequeño principio que por desgracia muchos diseñadores subestiman. No le tengas miedo al espacio blanco. Esto quiere decir que muchas veces el silencio (visual) es mucho más elocuente y comunicativo que saturar una imagen con miles de millones de detalles, gráficos, colores, tipografías... Ese espacio en blanco permite al receptor "descansar la vista" y concentrarse en lo que realmente importa (el mensaje, la premisa, el humor, la estética).

Ocurre que los (malos) diseñadores llegan a recurrir a lo que una maestra mía llamaba "El Estilo de Diseño de la Pared de la Abuelita". Esto es, siempre que te "sobraba" un espacio vacío, agregabas un elemento más, sin otra justificación que "para que no quede vacío". Al final esa obsesión por cubrir cada posible espacio con algo perjudica más de lo que ayuda, pues el mensaje se pierde entre todo el ruido visual, tantos mensajes distractores y un exceso . (Yo le llamo "cariñosamente" a ese problema "Barroquismo visual".) No se trata, pues, de diseñar caprichosamente y sólo por cubrir "paradigmas".

Al final de la historia, la simplicidad no es un defecto por si misma. No implica que algo sea malo o bueno, aburrido o interesante, completo o inacabado. Eso depende mucho más del contexto, el alcance, el objetivo principal, el potencial y la audiencia. Y uno como diseñador únicamente puede preocuparse por cuál es el significado y la intención detrás de cada elemento, y no incluirlos "porque si", para que no haya huecos. No hay que tenerle miedo al "espacio en blanco".

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